La Soledad como animal social

La imagen muestra a un chico solo, sentado mirando hacia su teléfono móvil

A principios de este mes de enero se celebró un encuentro presencial del grupo UMSS con el objetivo de hacer un repaso de lo logrado a lo largo del pasado año, comentar los proyectos que actualmente están en marcha y planificar la actividad del año 2024. Además de permitirnos hacer lo antes mencionado, el encuentro nos recordó la importancia que tiene el sentirse acompañado, que formas parte de un equipo, familia o grupo, y que estás rodeado de gente que comparte creencias, objetivos o propósitos similares a los que uno tiene.

El ser humano es un animal social, que, como al resto de animales que viven en grupos (de mayor o menor medida), evolutivamente le ha sido favorable para la supervivencia el estar rodeado de individuos de su misma especie y funcionar bien como conjunto; ya sea para el reparto de tareas, intercambio de conocimiento y bienes, defenderse de una amenaza, o para que te presten ayuda en momentos de necesidad.

Esa característica del ser humano nos lleva acompañando el suficiente tiempo como para que, a pesar de que formar parte de un grupo ya no sea esencial para la supervivencia del individuo, el mero sentimiento de soledad se correlacione con efectos profundos (directos o indirectos) sobre nuestra fisiología (Freilich CD, 2023). Con una influencia importante sobre aspectos cardiovasculares, inflamatorios, metabólicos y cognitivos, la soledad se establece como una de las nuevas epidemias del siglo XXI, afectando a uno de cada tres individuos en países industrializados, y severamente a uno de cada doce, con las cifras en aumento (Cacioppo JT & Cacioppo S, 2018). La correlación con un aumento de la irritabilidad, depresión, malos hábitos de vida, y estar asociada a un aumento del 26% del riesgo de mortalidad prematura, indica que el impacto de la soledad es comparable en magnitud a otros factores de riesgo de mortalidad bien establecidos; como el consumo de sustancias nocivas, la obesidad y los bajos niveles de actividad física, y convierte la soledad en uno de los principales problemas de salud pública de los países industrializados (Freilich CD, 2023, World Health Organisation).

La soledad es un estado psicológico, que, aunque se ha asociado con cierto aislamiento social objetivo, depresión, la introversión o las escasas habilidades sociales, es subjetivo. La soledad se define como una condición única en la que un individuo se percibe a sí mismo como socialmente aislado incluso cuando está entre otras personas, por lo que no necesariamente una persona sufrirá menos de soledad por tener una vida social más intensa, sino que la autopercepción dentro de su entorno y otros factores de realidad personal son los que finalmente determinarán si la persona sufre de soledad (Pop LM et al. 2022).

Las poblaciones más vulnerables de sufrir de soledad son los adolescentes y las personas de tercera edad (aunque por motivos diferentes), habiendo sufrido un pico importante en la incidencia durante la pandemia del COVID-19 (Hoang P, 2022; Pop LM et al. 2022). En el caso de los adolescentes, pasan por una etapa de desapego de la familia y buscar una nueva identidad. Con el aumento considerable del uso de las redes sociales, sobre todo entre la población más joven (llegando a pasar entre 1 y 5 horas al día conectados), no sólo resta tiempo a la posibilidad de socializar con otras personas en su mismo contexto vital, sino que aumenta la tendencia a compararse con modelos de vida y estándares de belleza irreales y que se sienten inalcanzables, lo que conlleva un empeoramiento de la confianza en uno mismo, la autopercepción y un aumento del sentimiento de soledad (Pop LM et al. 2022). En el caso de la tercera edad, suelen ser las limitaciones físicas y mentales asociadas al envejecimiento las que impiden que sigan participando en muchas de las actividades sociales que solían hacer, y las que acaban por reducir los contactos sociales que tiene la persona a las vistas que recibe en el domicilio, que encima, durante la pandemia también se redujeron drásticamente (Hoang P, 2022).

Hay diferentes mecanismos a través de los cuales el sentimiento de soledad puede tener ese impacto tan potente en nuestra salud (Freilich CD, 2023; Morr M, 2022):

Un posible mecanismo es que una experiencia emocional como la soledad provoca señales fisiológicas que dan lugar a efectos posteriores sobre la salud. Esos efectos podrían ser transitorios o crónicos, y en el caso de que el cambio sea sostenido, podría producir una modificación epigenética. Por lo tanto, es posible que la soledad sufrida de manera prolongada provoque una modificación de la regulación de la transcripción del ADN y, por consiguiente, la expresión de los genes y todos los procesos que estos regulan.

Otra posibilidad es que la soledad tenga una influencia sobre los comportamientos de la persona. Al provocar cambios en el estado y procesamiento mental, mal humor, incluso depresión, la soledad puede propiciar el abuso de sustancias, la mala alimentación, realizar poco ejercicio físico y, en general, preocuparse menos por la salud de uno mismo. También es posible que se dé la relación inversa, es decir, que sean los malos hábitos los que nos lleven a un aislamiento social y finalmente a la soledad.

Algunas de las recomendaciones que da la evidencia científica para evitar la soledad son (Morr M, 2022; Hoang P, 2022): Las intervenciones sociales en un entorno no clínico, como pueden ser actividades físicas en grupo; programas y actividades que se ofrezcan en tu barrio, pueblo o comunidad; foros y conexiones online con personas con las que compartas realmente intereses; las terapias cognitivo-conductuales dirigidas a la cognición y pensamientos intrusivos y mal adaptativos pueden reducir los niveles de soledad; así como practicar mindfulness y meditación formal, que también han demostrado ser efectivas a la hora de combatir la soledad. Incluso se está investigando sobre el uso de agentes robóticos para hacer compañía a las personas mayores que no pueden acceder fácilmente al resto de las posibilidades.

Finalmente, desde UMSS animamos a todo el mundo a intentar rodearte de personas con las que compartas cosas, aprovechar aquellas actividades físicas o mentales que te guste hacer habitualmente para juntarte con otra gente que también disfrute de hacerlo, pasar sólo el tiempo necesario conectado a las redes sociales, y conocer cómo funciona tu mente. Son cosas que te harán estar mejor y sentir que formas parte de algo más grande que tú.

Hermann Fricke Comellas 

Contratado predoctoral Dpto. Fisioterapia

Universidad de Sevilla